Amsterdam a la carrera. Turismo y media maratón

I amsterdam
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que no es que lo viésemos todo muy deprisa, sino que el motivo (o excusa) del viaje fue correr la media maratón celebrada el 18 de octubre. Salimos en viaje desde Madrid (T4) mi amigo Raul – conocido como el Peli – y yo, el viernes 16 por la tarde. El billete nos salió a 200 euros pero si vais a viajar próximamente, que sepáis que Easyjet comienza a volar desde Madrid a partir del 3 de noviembre, con lo cual el precio será bastante mejor.

El vuelo tarda dos horas y media hasta Schipol. Llegamos a las diez y pico. Desde allí, lo mejor y más barato (4 euros) es coger el tren hasta la Estación Central (veinte minutos) y luego, pillamos el tranvía hasta Leidseplein (otros veinte minutos), que es una plaza cercana a nuestro albergue. Nos alojamos en uno de los albergues de la red StayOkay, que está en la c/ Zanpad, enfrente del Voldenpark. Es bastante céntrico y está bastante apañado. Andando se puede llegar, como mucho en tres cuartos de hora a todos los sitios turísticos de la ciudad. El precio veintitantos euros y pico por día con desayuno (depende de qué día de la semana sea, es más o menos el pico). Estábamos en una habitación de diez con un tío que roncaba, por cierto. Pero es lo que tienen los albergues…. Menos mal que somos como marmotas.

Una vez que dejamos los trastos, nos fuimos a cenar a Leidseplein, que es una zona de bares muy cerca del albergue y terminamos en un sport bar (bar temático de deportes) en la propia plaza (Sky Sports Café). El sitio no prometía demasiado pero resultó que tenía unas pizzas para chuparse y rechuparse los dedos. Y no fue nada caro. Las pizzas individuales están a 8 o 9 euros. Luego nos tomamos por otro de los bares de la zona la penúltima tranquilamente y a dormir. Los garitos son bastante chulos y no falta en ninguno las velitas en las mesas.

Sábado 17:  Plaza Damm, Barrio Rojo y Coffeshops

Nos levantamos prontito y después de desayunar fuimos al estadio a recoger el dorsal y el chip para la media del día siguiente. Había una especie de mercadillo en el propio estadio de ropa para correr. Salí de allí con dos camisetas. Una me la regalaron unos pavos que promocionaban otra carrera en Leiden, otra ciudad holandesa, gracias a mi famosa caída de párpados, jeje. El pobre Raul quedó triste y ojeroso porque no le dieron una. El promotor del viaje fue él, con intención de correr, por supuesto, pero al final no pudo ser por una rara lesión de rodilla (o esa es al menos su versión…umm 🙂

La organización de la media, por cierto, no da nada. Si quieres camiseta, la tienes que comprar (22 euros). Ah! Y la inscripción son 25 euros. (Mira que pagar para sufrir! diría mi madre…)

Después tomamos rumbo a la estación central en tranvía. Sacamos un bono de transporte público para 48 horas que se vende por 12 euros (a nosotros, por mediomaratonianos nos hicieron algo de descuento). Sin embargo, la mejor manera para moverse en Ámsterdam, es la bici. Nosotros no pudimos por los problemas físicos anteriormente referidos, pero es alucinante la cultura ciclista que tienen. Niños, mayores, gente de toda clase y condición… Es una ciudad hecha para moverse sobre dos ruedas. Hay muchos sitios de alquiler, aunque no tengo ni idea de precios. Ah! Y taxi-bicis.

En teoría, desde la estación salía una excursión guiada y gratuita en español por todo el centro de Ámsterdam (3horas). En la práctica, la susodicha visita se había cancelado (no nos dijeron por qué) y sólo quedaba la de idioma inglés. Tres horas en inglés nos pareció demasiado para nuestra limitada capacidad de atención, así que decidimos ver la ciudad por nuestra cuenta. Dimos una vuelta por los alrededores de la Plaza Damm, donde no sé si será permanente, pero había una noria y otras atracciones de esas que te suben, te bajan y dan mil vueltas, que marean sólo con mirarlas…

Esta plaza está en todo el meollo de Ámsterdam. De ella salen calles comerciales y otras que te llevan a las zonas más entretenidas, el Barrio Rojo, el Jordaan… Está todo bastante cerquita. Terminamos comiendo en un restaurante muy cuco cerca de la plaza Spui, el menú holandés: sopita y de segundo, una especie de platos combinados. El mío tenía una bola de carne picada, una especie de alubias, salsa, ensalada… y el de Raul algo como puré de patata con verdura… Estaba bastante bueno pero no soy capaz de recordar el nombre del plato ni del garito. Los nombrecitos holandeses, se las traen… por suerte, por si teníais dudas, todo el mundo habla bien inglés. Menos mal! Lo de la sopita lo agradecimos porque hacía un frío del carajo…y más para mí que llevando un peazo maleta no llevé apenas ropa de abrigo… aishhhhh, tengo cabeza porque no puedo llevar una patata encima del cuello…

Por la tarde fuimos andando hasta el Barrio Rojo y los alrededores, que ya conocéis, al menos de oídas. Son unas cuantas calles del centro de la ciudad, entre varios canales, llenas de sexshops y escaparates iluminados de neones rojos con señoritas ofreciendo sus cuerpos como mercancía. Chocante cuando menos. Hay una tienda muy graciosa de condones, la Condomerie, creo que se llama, donde tienen de todo tipo… Hay un catálogo que el dependiente te enseña, como cuando vas a comprar cortinas. En toda esa zona hay un montón de coffeshops, otra, o quizá la principal atracción turística de la ciudad.

Como buenos turistas, empezamos a las cinco de la tarde la ronda de coffeshops. Íbamos pidiendo algo flojito, que ni Raul ni yo somos fumadores, ni siquiera de tabaco. Entre toses y toses nos fumamos (o algo similar, poniendo mucha voluntad, eso sí 🙂 tres porretes de maría (4 o 5 euros cada) y comimos un trozo de bizcocho de hachís, al mismo precio más o menos ¡Y salimos igual que habíamos entrado!! ¡Ningún síntoma de emporramiento ni nada parecido!! ¡Qué timo! Bueno, al día siguiente había que correr así que a lo mejor hasta me vino bien. Cenamos en un garito pijo (al estilo del Geographic de Madrid en la c/ Alcalá, creo que está)…llamado Heffer, por el centro. De techos altos, madera, lamparones…. Pero cenamos fatal y caro. Un pancake de queso, es decir un crepe gordo y grasiento con una loncha de queso insípida encima. No lo recomiendo.

Domingo 18: Dos horas largas de Media Marathon

El domingo 18 de octubre se celebró no sólo la mencionada media maratón, sino también la maratón y una carrera de 7,5 km. En total, no sé si son 40.000 personas las que participan entre las tres pruebas. Las salidas van siendo escalonadas. La de la media era a las dos de la tarde, así que aprovechamos la mañana para dar una vueltecita en bote por los principales canales de la ciudad. La compañía Blue Boat hace recorridos de 1,5 hora por 12 euros. Luego vimos que había otras que lo hacían por 10 y otra que por 20 euros te vale para todo el día, con lo que puedes utilizar el barco como medio de transporte. La excursión que cogimos sale muy cerca de Leidseplain y del Voldepark y va por Prinsegratch, que es uno de los principales canales y da la vuelta bordeando Ámsterdam prácticamente. Te van explicando en inglés, esos sí, y ves la casa de las cabezas (no tiene mucha gracia, desde mi punto de vista), una reproducción de un barco del siglo XVI, las casas flotantes (muy caras, nos dijeron, porque el ayuntamiento no saca nuevas licencias)…. Los botes de Blue Boat, y creo que los de otras compañías también, están cubiertos. Por algo será.

Mi media maratón en Amsterdam

Después del paseillo fuimos a las proximidades del estadio (salía de allí la media) andando desde el albergue. Había ya un ambientazo a eso de la una… porque la maratón había empezado a las 10.30. Desde que dieron la salida hasta que pasé por la salida propiamente dicha, vamos que hasta que pitó el chip, pasaron unos cuantos minutos del embotellamiento que había de corredores. Allí solita, rodeada de muuucha gente rubia en su mayoría y alta alta como un pino. Me suena, de hecho, que la población holandesa es la más alta de Europa. Y la verdad es que sólo hace falta darse un garbeo… im-presionante, en dos palabras. Además, la mayoría de ellos (hablo de los hombres, que me llaman más la atención) están bien hechos. Me refiero, son altos, pero no desgarbados. Recorrí los 21 km y pico en algo más de dos horas. Se me hizo bastante larga, por falta de entrenamiento básicamente, y llegué con la rodilla un poco tocada, pero de puro cansancio. Al día siguiente, después de dormir, ya no me dolía apenas. Y hoy estoy like a rose. La media transcurre principalmente por las afueras de la ciudad. No se meten en los barrios más concurridos. Con tanta gente, sería un lío. Al contrario de lo que preveía, no vi españoles en carrera (identificados como tal, claro), excepto a una pareja de Lora del Rio. Raul, que me esperó en el estadio, como buen escudero me dijo que había estado con un grupo de Castellón. En el estadio terminaban la media y la maratón. Quedaba todavía gente de la maratón corriendo cuando yo llegué.

Después de una reparadora ducha en el albergue, bajamos a comer-cenar en el albergue mismo. La verdad es que nos atendieron fatal y la comida ni era una maravilla ni era barata. De todas formas, o hemos tenido mala suerte, o la rapidez en el servicio no es una característica de los establecimientos hosteleros holandeses. Después pusimos rumbo al barrio de Jordaan. Por lo que pude ver, parece como La Latina en Madrid. Garitos chulos, en su mayoría más caros que por el Barrio Rojo y alrededores. Por allí terminamos al final cenando en un italiano bastante normalito de calidad y de precio.

Visita al coffeshop en Amsterdam

Luego fuimos al Stones café, un coffeshop de ambientación árabe, donde comimos un pastelito de chocolate y “chocolate” que estaba de vicio. Luego fuimos a otro y nos fumamos un porrillo. Los pastelitos hacen efecto a la hora y pico. Y éste sí hizo efecto (en mí, no en Raul). Perdí la memoria a corto plazo con lo que el pobre tuvo que aguantar preguntas repetitivas durante un buen rato. Para aquel entonces ya habían cerrado la mayoría de los garito. Yo, como he dicho, no tenía memoria, pero sí unas agujetas criminales… un “cuerpo escombro” que diría Raul, así que nos fuimos al albergue en taxi. (a partir de las 12 los tranvías son menos frecuentes y los autobuses bastante caros).

Lunes 19: Visita a Museo Van Gogh

Por la tarde, a eso de las 7,10 pillábamos el vuelo de vuelta. La habitación del albergue la teníamos que abandonar a las 10.30 y dejamos las maletas en las taquillas del albergue, por un euro, 24 horas. Nos fuimos andando al mercado de flores Bloementmark, que está a la orilla de un canal en el centro de la ciudad. Está bien con sus coloridos puestecillos y tiendecitas de recuerdos.

Después, al edificio de Merk & Co, unos grandes almacenes de lujo. Y no porque tuviéramos antojo de un bolso de Gucci ni unas gafas de Prada, sino porque desde la cafetería, que está en la última planta, hay unas vistas bastante chulas de esa parte de la ciudad. Eso sí, por un capuchino te clavan más de tres euros…

Y, ya como colofón, y con remordimiento de conciencia por habernos dejado gran parte del presupuesto del viaje en coffeshops, decidimos invertir en cultura. Nos fuimos al Van Gogh Museum, muy cerquita del albergue también. Doce pavos la entrada y cinco la audioguía en español. No es demasiado grande el museo, pero está bien si te gusta Van Gogh, como es el caso. Puedes ver desde los cuadros famosos (autorretrato, habitación, girasoles…) hasta otros mucho menos conocidos, con colores lúgubres, otros en los que utiliza estilo puntillista influenciado por Seurat o inspirados en los grabados japoneses…

Y a comer y desandar el camino…. Albergue-estación central-aeropuerto de Schipol-Madrid

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